ea, miren esto:
Cinco años de lucha constante. Cinco años, donde la humanidad se ha sometido a lo más abyecto de la desesperación. El dolor, los gritos de impotencia, la depravación humana y el desconsuelo. Cinco años han sido de luchas constantes y supervivencia como actividad prioritaria.
Desde que las máquinas fueron inventadas por el hombre, estas fueron un puntapié inicial al desarrollo como especie. Sin embargo, desde hace mucho tiempo ha existido una pregunta trascendental. ¿qué pasaría sí? Lógicamente es una pregunta que cualquier persona se haría. Pero claro, no todos suelen meditar la cuestión a profundidad, dándole prioridad a sus egoístas ambiciones, sin embargo. Desde que el ser humano logró dominar a toda criatura viviente como especie predominante, dentro de éste surgió la necesidad de subir en la escala. Tanto como en supervivencia, supremacía, ingenio, talento e imaginación para lograr sus nobles, y a veces no tan nobles objetivos.
El avance tecnológico ha resultado ser, la máxima expresión de la creatividad. Donde antes se solía caminar kilómetros tras kilómetros para llegar a un lugar, hoy, se llega al mismo sitio en tan solo minutos, a diferencia de horas, días e incluso meses, para llegar. Computadoras con procesadores capaces de generar cálculos, exploraciones, búsquedas en segundos, ciertamente la solución es la más óptima para nosotros como especie. Ahora… si eso es cierto, ¿por qué el ser humano siempre quiere más? El interés de hallar las respuestas nos fuerza como especie a buscarle sentido a la falta de, algo que ciertamente no existe, pero es fácil de crear, o a lo sumo ver si es a lo máximo a lo que se puede llegar como ingenieros, doctores, o cualquier otro cargo terrenal que requiere de investigación y de desarrollo constante.
Ahora, el reflejo de dichas investigaciones ha dado frutos. o, sí, claro que sí. Una destrucción masiva a lo largo y ancho del país y por qué no decirlo, a lo largo de todo el globo. ¿qué fue lo que ocurrió? Se suponía, que las máquinas serían nuestras aliadas, se suponía que, salvaguardarían los intereses de aquellos que mantuvieron el poder por años, e incluso entre generaciones. No obstante, esa misma gente el día de hoy es una más de la larga estadística de muertos, heridos, indigentes e individuos a merced de sus propias creaciones.
Es difícil encontrar algo en pie, después del cataclismo que representó el fin de una era dominante del ser humano como amo y señor de toda fauna local o mundial. Terrenos yermos y sin vida proliferan como la peste, tal y como ocurrió en aquellos aciagos años en donde una enfermedad mortal arrasó con un gran porcentaje de seres vivos en el continente europeo. Árboles raquíticos y sin vida que basta solo un soplido para que estos caigan sobre la tierra con gesto exánime. Un aire con aroma metálico, adorna el paisaje alrededor. Basura, contenedores, roedores correteando de aquí para allá, son el complemento perfecto para aumentar la posibilidad de descender más en la más absoluta desesperanza. Y lo peor, no es tanto la suciedad, lo raquítico de los árboles, o los roedores correteando por la basura. Es ese olor. El olor metálico que es tan fuerte que produce náuseas a aquellos más bravos.
Cuerpos destrozados tirados por todas partes. En las carreteras, al costado de estas, en el césped, en patios, dentro de los vehículos estacionados de cualquier modo, brindan una imagen totalmente apocalíptica. y, ¿por qué no? Después de todo, la guerra entre humanos contra sus creaciones ha durado ya cinco años. Cinco años de esfuerzo, lágrimas, furia, y una pregunta que martillea de forma insistente. ¿fue esto producto de nuestra arrogancia? O hay algo más. Según dicen, más que ser algo producto de nuestra creación, esto fue algo pergeñado con propósitos más oscuros. Pero, ¿quién sabe? Quizás fue solo nuestra arrogancia, o solo quizá mala suerte. Si somos tan perfectos, ¿Cómo no se nos ocurrió visualizar esto a futuro? Lo dicho, ignorancia, o una total falta de ética al respecto.